martes, 6 de agosto de 2013

De cuando pienso a la manera de

             "...cierta mitología de lo universal, propia de la sociedad burguesa, cuyo producto característico es la Novela." R.Barthes


   El grado cero de la escritura y combinarlo con poesía de Luis García Montero mientras investigo sobre lo ciborg. Lo sé, y también que, de este exceso de saturación que tengo, alguien que me sé diría que es para desviarme de lo esencial que es el miedo... En fin con el miedo, que es el hijo de lo humano, me construyo (¡Dios! ¡qué frase más sentenciosa!). El caso, intentaré utilizar la concentración de un cinco, uno se narra y uno narra, y en la narración que, según Barthes, se hace, si se quiere hablar de existencia, se utilizará un pretérito perfecto (tiempo utilizado en la novela que según Barthes, y con mucha poesía de ensayo, une lo más rápidamente posible una causa con un fin) y con el verbo aparece el límite, lo definido y para un seis (eso parece que soy) es el lugar de la tranquilidad. Asumiendo entonces que me narro para definirme y concretizarme y estudiarme, me doy cuenta de que me filtro y filtro mi entorno. Es decir, uno se narra y en la narración se va definiendo, delimitando, y se va construyendo, eligiendo de una manera más o menos acertada, más o menos torpe, lo que quiere ser, lo que es y lo que fue; y con todo esto uno llega al mundo y decide enseñárselo, y entonces el mundo, también narrado, pero narrado en Historia, le presenta el trato de poder cambiar las narraciones sobre uno, concediéndole, atravesándole porque cuando uno narra su subjetividad del yo, casi siempre se olvida de que en el yo hay unas construcciones narrativas, externas al yo que, aunque no quiera, lo condicionan y lo desarrollan, porque está siendo a travesado por la historia, la Historia atravesando la existencia. 
Llevo días dando vueltas a mi historia familiar, a los acontecimientos que me han narrado y a los acontecimientos que narro sobre ella. Es decir, acontecimientos que pueden ser así o pueden devenir de otra manera; ese famoso prisma posmoderno que nos ha dejado varados en una realidad contradictoria. 

Ahora me siento un poco Amy Farrah Fowler, personaje al que tengo un especial cariño por cosas así:
" (...) somos esclavos de la entropía, la decadencia y la muerte final"
Escultura dedicada a la entropía
en la Universidad de Monterrey, México
El caso es que entre tanta duda metódica y metafísica, no encuentro salida y por ello he decidido leerme,ero entonces aparece un chileno como Jodorowsky, más artista que filósofo y le habla de todas las posibilidades del ser y de concederse todas las posibilidades del ser o lo que es lo mismo, todas las narraciones posibles sobre del ser; un aleph borgiano, y en ciertos momentos aparece la catarsis y nos apropiamos de todo aquello que nos es ajeno y en un momento determinado, en un lugar determinado, ocurre eso en lo que Jung confiaba: el entorno, lo que nos rodea, nos explica parte de lo que somos a través de extrañas metáforas oníricas que pueden rozar lo telúrico. El problema es que en ese proceso, como humano que somos y mentirosos ( la mentira no es una característica únicamente humana, pero es cierto que todo lo que relacione con ella no dejará de ser desde el prisma de lo humano, masculino, blanco, heterosexual, burgués y universal), vaciaremos a veces de significado la catarsis que creemos sufrir, pensaremos que aquello observado habla de nosotras, habla de nuestro yo y suprimiremos con esa apropiación al otro yo, lo invisibilizaremos y seremos poco honestos con aquello a lo que queremos extraer su existencia. Lo deslexicalizamos, lo convertimos en cliché, es decir, lo colonizamos, y lo subjetivizamos, pretendiendo que nuestra subjetivización de lo observado se convierta en norma de mirar, manera de mirar; y es entonces cuando en vez de ayudar y atender a las diversidades, establecemos nuestros sentimientos como sentimientos universales en los que todas las personas nos tendríamos que sentir identificadas. Es decir, todo aquello que a mí me resulte molesto es molesto para el otro, todo aquello que a mi me resulte amable es amable para todos. 

J. Pollock
Y cuando te preguntas si todo eso es así, si realmente es cierto, que otros discursos son de verdad mi discurso y mi sentido, aparece esa dichosa palabra, que para mí es como si la acabase de conocer: la honestidad. Es como si nunca la hubiese pronunciado, porque nunca la he tenido en cuenta, y ahora empiezo a intentar resignificar honestidad, entendida como una adecuación, una adecuación de una metáfora. 

1 comentario:

  1. Texto sesudo que suscribo ampliamente (muy a pesar de Barthes y su estomagante "narratología", con perdón). Aunque a veces, tengo la sensación de que en nuestra huída del "paternalismo colonialista objetivizado", caemos en las garras del relativismo más pacato. Un poco como lo que decía Sartre: "Debes tener miedo, hijo mío. Así es como uno se convierte en un ciudadano honesto". De todos modos, no deja de ser curioso que el concepto de "honestidad" al que se refiere Sartre se acerque mucho más a la cobardía y al miedo que a los de autenticidad y valentía, a los que, precisamente, se acerca tu propuesta mucho más. A mi juicio, con tino.
    No sé si serán conciliables todas esas definiciones de "honestidad" (después de leer tu entrada parece ser que, en efecto, es así), pero a veces, cuando pienso en la palabra "honestidad" me viene a la cabeza la palabra "honra" -de la misma familia- y la "honra", como los primeros párrafos, está sobrevalorada y no viene, en realidad, a importar mucho si se pierden.

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